Curicó, Julio de 1997.
Hermano,
Todos actúan como si nada en la casa hubiese cambiado. Pero ya no estás, no vas al colegio, no se escuchan tus gritos ni tus bromas que odio. De un día para otro desapareciste. ¿Por qué no te despediste de nosotras?
El sábado me desperté con el ruido del auto y fui a mirar a la ventana para ver qué estaba pasando. Entre neblina y humo de chimenea, divisé que estabas con el pelo mojado junto a una gran maleta. El papá y la mamá te abrazaban. Se separaron y noté que los tres lloraban. Cerré de golpe las cortinas. Una intuición me decía que esa maleta no era para un campeonato de fin de semana y que te ibas lejos, quizás donde.
Volví a acostarme para que nadie se diera cuenta de que los espiaba por la ventana. Escuché a la mamá entrando a la casa. Sus sollozos inundaron el pasillo. La hermana chica se despertó sin entender qué estaba pasando. Le dije que nada, queriendo creer que nada pasaba, me metí a su cama y nos dormimos abrazadas una vez más. Ese fin de semana fue muy silencioso. Un par de miradas esquivas entre los papás. No me atreví a preguntar por ti, pensando que a lo mejor volvías el domingo. Pero ese domingo no volviste, ni el siguiente y tampoco el que vino después de ese. Hoy son ocho domingos en que no estás. Empiezo a pensar que no te fuiste de viaje. Más bien te fuiste de la casa y para siempre.
Seguramente tú y tus ganas de ser campeón te obligaron a irte de este pueblo, persiguiendo tus ansias de triunfo. Los niños no deberían vivir lejos de sus padres, sus hermanos los necesitan incluso para pelear. Todavía no entiendo por qué no me contaste.
De noche me encierro en tu pieza y busco entre tus cosas a ver si te encuentro. Tu bolsa de bolitas se está llenando de polvo. Vi dos arañas arriba de la cama supongo que como ya no la usas alguien lo tiene que hacer, por esta vez no las maté. Me robé tus últimas dos revistas OVNI, esperando que me persiguieras enfurecido por la casa hasta que me obligues a devolvértelas. Tampoco sirvió. Mis intentos de llamar tu atención han fracasado uno tras otro. Los papás siguen sin pronunciar tu nombre. Yo hago como si no me hubiese dado cuenta. La hermana chica me preguntó en secreto, le dije que te tomaste un avión y te fuiste a competir por el mundo. Pero yo sé que los niños no pueden viajar solos. Así que dime ¿Dónde estás? Cada vez que miro tu foto al lado de la tele, espero que nadie me vea y te hago cariño, pero me empieza un dolor en la garganta tan fuerte que creo que me va a dar amigdalitis y me van a tener que llevar donde la señora sol a que me ponga una inyección y eso sí que sería triste, porque no podrías reírte de mí cuando la mamá me mienta diciéndome que la acompañe al centro para desviarse clandestinamente hasta la casa de la vieja que pincha potos. Te odio. Te odio mucho.
A la hermana grande parece no importarle que no estés, ha ido a fiestas los últimos ocho sábados, probablemente los domingos se siente feliz de poder dormir hasta tarde y no despertarse con tus gritos avisándole a todo el mundo que vas a salir a correr. En cambio yo, me he perdido todos los viernes el video loco, porque me quedo dormida y cuando estabas aquí me molestabas tanto que podía ver el programa completo y nos reíamos juntos. ¿Te acuerdas de esa vez que te mordí la cara? Si estuvieses aquí ahora te la mordería tres veces más fuerte, para dejarte una cicatriz enorme y así cada vez que te la veas en el espejo te acuerdes de que te fuiste sin despedirte y me dejaste aquí. Ni siquiera sé si estás vivo, no has mandado ninguna señal.
Si no vuelves de aquí hasta dos domingos más: ¡VOY A QUEMAR TODAS TUS REVISTAS DE OVNI! Total me aprendí de memoria los casos que más me gustan y copié en mi agenda los que tenían palabras que no entiendo.
Voy a mandar esta carta al centro de alto rendimiento en Santiago. Porque si sigues con vida debe ser el único lugar en el que podrías estar.
Desde ahora empieza la cuenta regresiva para la fogata extraterrestre. Te quiero tanto que te odio mucho.
Tu hermana, la que viene después de ti.