Nací en Ecuador, crecí en Chile y a los 19 años emigré a Estados Unidos, país donde vivo hasta el día de hoy. Desde muy niño jugué tenis lo que me llevó a viajar por diversos territorios. He conocido muchas culturas y he vivido diversas realidades. Podría considerarme a mí mismo como un ciudadano del mundo. Pero si me preguntan de donde soy mi respuesta es: Chile. Yo soy chileno.
¿Qué es lo que nos hace identificarnos con una nacionalidad? Probablemente los afectos, los recuerdos de infancia, las primeras lecciones de vida. Pero también un grado de pertenencia: si cierro los ojos y me imagino en un lugar me visualizo en la punta de un cerro en la Región del Maule, mirando el océano pacífico y me siento en casa. De hecho el sentimiento se convirtió en realidad y mi familia creó un hotel maravilloso llamado Hotel Puerto Viejo Llico en este mismo lugar. Me gustaría poder explicar qué es lo que me hace seguir sintiendo que soy chileno, independiente de que hace más de veinte años ya no vivo en Chile. Intento buscar las palabras y me parece intraducible. Creo que es una sensación que todos los seres humanos deberíamos experimentar. No importa qué tan lejos vayamos, siempre habrá un lugar donde regresar.
Mientras escribo este texto puedo sentir la nostalgia de mi país y quiero pensar que hay muchas formas de volver a casa. Repaso en mi memoria escenarios espectaculares que solo he visto ahí.
Chile es una franja de tierra larga y delgada. Para muchos el último rincón del mundo. De geografía impactante, sus paisajes nunca me dejan de sorprender. Contamos con el desierto más árido del mundo que, gracias al beneficio de la lluvia, logra hacer que las flores crezcan y tiñan de colores extensos kilómetros. Una zona centro con valles generosos y ríos naturales que alimentan la agricultura. Un sur salvaje, territorio indómito de temperaturas extremas, con una belleza que convoca a la introspección. Todo esto circundado por la cordillera de los andes y el océano pacífico. Y por si fuera poco, estamos sujetos a constantes movimientos telúricos que nos recuerdan cuán frágil es la vida y nuestro paso por la tierra. Esta rica mixtura de elementos hace que Chile sea un país único, con un pueblo que sabe de coraje.
Mi vida ha sido una aventura y gran parte de eso se lo debo al tenis, a los 13 años me fui de la casa de mis padres para representar a Chile por el mundo. Fue una época muy intensa, cada día era un tremendo desafío. La incertidumbre y la soledad convivían conmigo, pero todas las mañanas me repetía a mí mismo vamos por más. En el fondo creo que no sabía muy bien hacia donde iba, pero la convicción de querer mejorar día a día me sostuvo y alentó a seguir, a luchar con todas mis fuerzas, a darlo todo por la camiseta chilena. Aprendí que los obstáculos son una oportunidad para crecer, que es importante estar despierto para tomar las posibilidades que se presentan en la vida. A los 19 años jugando un torneo en el sur de Francia conocí a un tenista Argentino, Gustavo Gómez, quien me convenció de ir a estudiar a Estados Unidos. Además, Gustavo me ayudó a contactar a Universidades ya que él había hecho recientemente ese mismo proceso y se había graduado de East Tennessee State University. Mirando hacia atrás el hecho de haber jugado tenis por la Universidad y recibir una beca para estudiar fue una de las mejores decisiones que tomé, pero vino con grandes retos incluso antes de viajar a Estados Unidos. Luego de años de no asistir al colegio y de dar exámenes libres, me sumergí en el mundo de los estudios, me hice amigo de las matemáticas, superé mis propias expectativas, repitiendo en silencio mi mantra vamos por más. Estudié International business & Marketing y fui el capitán del equipo de Tenis de la Universidad de Toledo, Ohio. Al terminar mi carrera me dije vamos por más. Me convertí en el entrenador asistente del equipo de tenis femenino de la Universidad y al igual que en las anteriores carreras también obtuve una beca para hacer un MBA en Finanzas. Al egresar contaba con 12 meses para encontrar un trabajo antes de que mi visa expirara. Pero no podía ser cualquier trabajo, tenía que ser un trabajo que además apostara por mí y que se hiciera cargo de mis papeles. Con el tiempo en contra pero con todas mis ganas, viajé a Miami para estar más cerca del mundo latino. Comencé una búsqueda frenética por encontrar trabajo, el tiempo corría y mis intentos eran fallidos. Un día que me marcó fue cuando fui a comer a un restaurant en Coral Gables y para mi sorpresa la anfitriona era chilena. En un tono fraterno entablamos una conversación, hablamos de Chile y de la nostalgia de estar lejos de casa, le conté un poco de mi historia y me comentó que un amigo chileno estaba comenzando una oficina comercial del mercado americano para la importación de vinos chilenos. La viña (Viña Requingua- Sur Valles Wine Group) para la que trabajaba su amigo era de la Región del Maule, la misma en la que crecí. Sentí que, a pesar de no tener conocimientos sobre el vino, ese trabajo era para mí. Fue así como llegué a una entrevista de trabajo y comencé a trabajar para Chile, me puse nuevamente la camiseta, me la jugué por representar a mi país de la mano de la industria vitivinícola que es uno de los máximos exponentes del territorio chileno. Sorprendido y emocionado me dije vamos por más. Ya van mas de 12 años en que estoy trabajando con Sur Valles Wine Group de la familia Achurra y de hecho nos convertimos en la segunda viña de Chile con mas ventas en Estados Unidos.
En mis primeros años me enseñaron a estrujar el tiempo y a trabajar por mis sueños. De mi padre aprendí que los límites solo existen en la mente y que en el fondo de cada uno hay una fuerza inagotable que nos empuja día a día. De mi madre aprendí que el sentido del humor es fundamental para enfrentar la adversidad. Y de mi mujer y mis hijos aprendo a diario que compartir con la familia es un tesoro. No hay manera de detener el tiempo y para avanzar sin perderse, es necesario recordar lo esencial. Quisiera que mis hijos conozcan Chile y que se empapen de vivencias con los personajes que lo habitan. Que sepan que esos paisajes han visto nacer y desarrollarse a grandes poetas. Que vean la casa donde crecí, el club de tenis donde jugué mis primeros partidos. Mostrarles fotos de cuando era niño y llegamos a vivir en medio de un campo, que puedan observar cómo ese campo se ha transformado en una ciudad. Que sepan de donde vengo, que entiendan que en mis orígenes hay mucho de lo que proyecto a diario.
Como dice Chavela Vargas uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida. Y para mí Chile es ese sitio. Me encantaría que muchas personas puedan conocer mi país, deslumbrarse con sus paisajes, la gente, el vino y tantas cosas más.
En el 2022, después de 14 años trabajando en la industria del vino, desarrollé un proyecto para el cual siempre me había estado preparando: Toral Wines & Spirits. En la actualidad, contamos con una licencia de importación para Estados Unidos, con la que seguiré representando a bodegas del mundo, especialmente chilenas, e impulsando marcas exclusivas para grandes retailers.